viernes, 24 de julio de 2009

"La loca de la casa", Rosa Montero

“La locura es vivir en un orden que nadie comparte”

Dr. House

"Be good, get good or give up."

martes, 21 de julio de 2009

Sam Rayburn, US politician

"Noone has a finer command of language than the person who keeps his mouth shut"

sábado, 18 de julio de 2009

"The unbearable lightness of bearing", Milan Kundera

"We can never know what to want, because, living only one life, we can neither compare it with our previous lives nor perfect it in our lives to come."

miércoles, 15 de julio de 2009

Annie de la ciudad

“Sepan cómo tratarnos, hombres del mundo. El silencio, los abrazos, la comida rica en grasas y azúcares, los revolcones y los besos hacen maravillas mientras esperan que volvamos en un auto con aire acondicionado del reino de la no-lógica”

domingo, 12 de julio de 2009

Marcel Proust

“Tal vez la inmovilidad de las cosas a nuestro alrededor les es impuesta por nuestra certeza de que son ellas y no otras, por la inmovilidad de nuestro pensamiento frente a ellas”

martes, 7 de julio de 2009

"Vibrador", Mari Akasaka

“La publicidad y yo no hacemos mas que actuar conforme a los principios del mercado, sin duda, y a mi me parece que los principios fundamentales de la sociedad contemporánea son los del mercado. Eso es todo, no hago mas que actuar según esos principios”

jueves, 2 de julio de 2009

"La patria equivocada", Dalmiro Sáenz

"Ahora el oficial era otro, o tal vez el anterior era otro y éste era el verdadero. Había un asesino dentro de ese uniforme, ya no parecía un burócrata del castigo, ahora era el castigo..."

miércoles, 1 de julio de 2009

"La loca de la casa", Rosa Montero

El escritor siempre está escribiendo. [...] En ocasiones redacto mentalmente la frase perfecta, y a lo peor, si no lo apunto a tiempo, luego se me escapa de la memoria. He refunfuñado y me he desesperado muchísimas veces intentando recuperar esas palabras exactas que iluminaron un momento el interior de mi cráneo, para luego volver a sumergirse en la oscuridad.[...] Escribir, en fin, es estar habitado por un revoltijo de fantasías, a veces perezosas como las lentas ensoñaciones de una siesta estival, a veces agitadas y enfebrecidas como el delirio de un loco. La cabeza del novelista marcha por sí sola; está poseída por una suerte de compulsión fabuladora, y eso a veces es un don y en otras ocasiones es un castigo. Por ejemplo, a lo mejor lees un día en el periódico una noticia atroz sobre niños descuartizados delante de sus padres en Argelia, y no puedes evitar que la maldita fantasía se te dispare, recreando de manera instantánea la horripilante escena hasta en sus detalles más insoportables: los gritos, las salpicaduras, el pegajoso olor, el chasquido de los huesos al quebrarse, la mirada de los verdugos y las víctimas. O bien, en un nivel mucho más ridículo pero igualmente molesto, vas a cruzar un río de montaña por un puente improvisado de troncos y, al plantar el primer pie sobre el madero, tu cabeza te ofrece, de manera súbita, la secuencia completa de tu caída: cómo vas a resbalar con el verdín, cómo vas a bracear en el aire patosamente, cómo vas a meter un pie en la corriente helada, y después, para mayor oprobio, también el otro pie e incluso las nalgas, porque te vas a caer sentada sobre el arroyo. Y, viola, una vez imaginada la tontería con todos sus pormenores (el choque frío del agua, el momentáneo descoloque espacial que produce toda caída, la dolorosa torcedura del pie, el escozor del raspón, de la mano contra la piedra), resulta bastante difícil no cumplirla. De lo que se deriva, al menos en mi caso, una enojosa tendencia a despanzurrarme en todos los vados de riachuelos y en todas las laderas montañosas un poco ásperas. [...] José Peixoto, un joven narrador portugués, ha bautizado estos imaginarios conatos de existencia como los «y si». Y tiene razón: la realidad interior se te multiplica y desenfrena en cuanto te apoyas en un «y si». Por ejemplo, estás haciendo cola ante la ventanilla de un banco cuando, en un momento dado, entra en la oficina una anciana octogenaria, acompañada de un niño de unos diez años. Entonces, sin venir a cuento, tu mente te susurra: ¿y si en realidad vinieran a robar la sucursal? ¿Y si se tratara de una insospechada banda de atracadores compuesta por la abuela y el nieto, porque los padres del chico han muerto y ellos dos están solos en el mundo y no encuentran otra manera de mantenerse? ¿Y si al llegar a la ventanilla sacaran un arma improvisada (unas tijeras de podar, por ejemplo; o un fumigador de jardines cargado de veneno para pulgones) y exigieran la entrega de todo el dinero? ¿Y si vivieran en una casita baja que hubiera quedado aislada entre un nudo de autopistas? ¿Y si quisieran expropiarles y expulsarles de allí, pero ellos se negaran? ¿Y si para alcanzar su hogar tuvieran que sortear todos los días el galimatías de carreteras, organizando en ocasiones tremendos accidentes a su paso –conductores que intentan esquivar a la vieja, y que se estampan contra la mediana de hormigón–, colosales choques en cadena que la abuela y el niño ni siquiera se detienen a mirar, aunque a sus espaldas estalle un horrísono estruendo de chatarras? ¿Y si...? Y de esta manera vas componiendo rápidamente toda la vida de esos dos personajes, esto es, toda una vida, y tú te vives dentro de esas existencias, eres la vieja peleona pero también el nieto que ha tenido que madurar a pescozones; y en los pocos minutos que tardas en llegar a la ventanilla has recorrido años dentro de ti. Luego el cajero te atiende, recoges tus euros, firmas tus papeles y te marchas, y allí se quedan tan tranquilos la mujer y el niño, ignorantes de los avatares que han vivido.

domingo, 28 de junio de 2009

"El Evangelio según Jesucristo” José Saramago

Los gestos no totalmente sinceros llegan siempre con retraso.

sábado, 27 de junio de 2009

The Secret Life of Words (Dir: Isabel Coixet, 2005)

Josef: I thought um, you and I, maybe we could go away somewhere. Together. One of these days. Today. Right now. Come with me.
Hanna: No, I don't think that's going to be possible.
Josef: Why not?
Hanna: Um, because I think that if we go away to someplace together, I'm afraid that, ah, one day, maybe not today, maybe, maybe not tomorrow either, but one day suddenly, I may begin to cry and cry so very much that nothing or nobody can stop me and the tears will fill the room and I won't be able to breath and I will pull you down with me and we'll both drown.
Josef: I'll learn how to swim, Hanna. I swear, I'll learn how to swim.